Mi semana en Abingdon-on-Thames: Un rincón lleno de historia y encanto
Tono Riesco
Abingdon
Esta semana tuve la suerte de pasar unos días en Abingdon-on-Thames, una ciudad pequeña pero vibrante en el corazón del valle del Támesis, en Oxfordshire. No sé cómo describirlo, pero hay algo en sus calles empedradas y en el murmullo del río que te hace sentir como si hubieras retrocedido en el tiempo, aunque con una taza de café moderno en la mano.
Fui a hacer un curso sobre seguridad organizada por el CERN en colaboración con el UKRI Science and Technology Facilities Council (STFC) que se llevó a cabo en la Casa Cosener, ubicada en los terrenos de la Abadía medieval de Abingdon, a 15 km de Oxford.
Programa Académico
La escuela se centró en el tema de Seguridad de las infraestructuras informáticas de investigación. El programa completo ofreció 27 horas de conferencias, talleres y ejercicios prácticos, además de una sesión de presentaciones de estudiantes y conferencias nocturnas especiales.
Las clases fueron preparadas e impartidas por ponentes que son profesionales de la seguridad con muchos años de experiencia en el ámbito académico y de investigación.
Los principales temas tratados fueron:
- Seguridad en la investigación y la informática científica
- Gestión de riesgos
- Arquitectura de seguridad
- Seguridad de las aplicaciones
- Identidad, autenticación, autorización
- Virtualización y seguridad en la nube
- Seguridad de los contenedores
- Gestión de vulnerabilidades
- Registro y trazabilidad
- Detección de intrusiones con SOC
- Operaciones de seguridad
- Gestión de respuesta a incidentes
- Análisis forense digital
Vida en Abingdon
Cada mañana, me levantaba a las 6 en punto para salir a correr por los senderos y caminos que rodean Abingdon. Correr mientras el sol despuntaba fue, sin duda, uno de los mejores momentos del viaje. Los paisajes eran espectaculares: el cielo teñido de rosas y naranjas, la niebla flotando sobre el Támesis, y los campos del Vale of White Horse despertando poco a poco. Esas mañanas me llenaban de energía. Después, regresaba al hotel para un desayuno contundente —tostadas, huevos, y un café bien caliente— antes de dirigirme al curso que me había traído a Abingdon.
El curso ocupaba casi todo mi día, desde la mañana hasta las 7:30 de la tarde. Era intenso, pero valía la pena. Cuando terminaba, cenaba en el hotel y, con las energías renovadas, salía a explorar el pueblo. Las noches en Abingdon tienen un encanto especial. Sus bares y pubs, con nombres que parecen sacados de una novela, estaban llenos de vida. Me encantaba sentarme con una pinta, charlar con los locales, y absorber el ambiente acogedor de esos lugares que parecen no haber cambiado en siglos. Cada noche descubría un rincón nuevo, desde tabernas con vigas de madera hasta pequeños locales con música en vivo.
Abingdon no es solo un lugar bonito; es una ciudad que respira historia. Caminando por el centro, es fácil imaginar cómo era la vida aquí hace siglos. Me contaron que el lugar ha estado habitado desde la Edad del Hierro, y que bajo las calles que recorrí hay restos de un antiguo oppidum de la época romana. ¡Es como si cada paso que das estuviera sobre capas y capas de historias! Uno de los sitiosnose que más me impresionó fue pensar en la abadía de Abingdon, fundada en el siglo VII. Aunque no queda mucho de ella, el solo hecho de saber que estuvo dedicada a alguien llamado Æbba o Æbbe me hizo querer saber más sobre quién era esa persona.
El Támesis es, sin duda, el alma de Abingdon. La ciudad descansa en su margen occidental, justo donde el río Ock se une a él, viniendo desde el Vale of White Horse. Una tarde, me senté junto al río con un libro y dejé que el sonido del agua me envolviera. Es un lugar perfecto para desconectar. La ciudad tiene unos 36.000 habitantes, pero se siente mucho más íntima, como un pueblo donde todos parecen conocerse. Está a solo 13 km de Oxford, así que aproveché para hacer una escapada de un día a esa ciudad llena de torres y bibliotecas que parecen sacadas de un sueño. Oxford me fascinó con su bullicio académico y sus edificios antiguos, pero volver a la tranquilidad de Abingdon al final del día fue como regresar a casa.
Lo que más me llevé de esta visita fue la sensación de estar en un lugar que ha visto pasar los siglos, pero que sigue siendo acogedor y vivo. Desde las tiendecitas locales hasta los pubs con nombres que suenan a leyenda, Abingdon-on-Thames me dejó con ganas de volver.
Una aventura al volante: Portsmouth, Worthing y el reto de conducir por la izquierda
Antes de despedirme del sur de Inglaterra, decidí hacer un viaje en coche para visitar Portsmouth y Worthing. Portsmouth me conquistó con su aire marítimo y su impresionante puerto, mientras que Worthing, con su paseo junto al mar y su ambiente relajado, fue el cierre perfecto para mi aventura. Sin embargo, lo que realmente marcó este viaje fue la experiencia de conducirs por la izquierda por primera vez en mi vida.
Nunca había conducido en un país donde se maneja por el lado izquierdo, y déjame decirte que fue toda una odisea. Al principio, todo se sentía al revés: el volante está a la derecha, los pedales son los mismos, pero cambiar de marcha con la mano izquierda fue como aprender a escribir con la mano no dominante. Las rotondas fueron mi mayor pesadilla; girar en el sentido de las agujas del reloj en lugar de al revés me hacía dudar en cada cruce, y más de una vez me descubrí mirando al lado equivocado para ver si venían coches. Los primeros kilómetros fueron un ejercicio de concentración absoluta, con mi cerebro gritándome que algo no estaba bien cada vez que veía los coches en el “lado equivocado” de la carretera.
Por suerte, los conductores británicos fueron pacientes, y tras un par de días, empecé a acostumbrarme. Eso sí, todavía me sorprendía al subir al coche y encontrar el volante donde esperaba el asiento del copiloto. Conducir por la izquierda no es solo un cambio técnico; es como reprogramar tu forma de pensar la carretera. A pesar de los nervios iniciales, llegar a Portsmouth y luego a Worthing, con el mar brillando bajo el sol, hizo que todo valiera la pena.
Si alguna vez buscas un destino tranquilo pero lleno de carácter, con la posibilidad de aventurarte a otros lugares increíbles, Abingdon-on-Thames es el lugar perfecto para empezar. Eso sí, si nunca has conducido por la izquierda, ¡prepárate para una experiencia que no olvidarás!